miércoles, 13 de febrero de 2013

NO SE ES ESCRITOR POR HABER ELEGIDO DECIR CIERTAS COSAS, SINO POR LA FORMA EN QUE SE DIGAN...

RELATO

BODAS DE SANGRE


Llaman a la puerta y la criada abre creyendo que son los primeros invitados pero es Leonardo. Viene solo, se ha adelantado a caballo.  Le pregunta por su hijo, pero no lo van a traer a la boda. Leonardo le pregunta, con intención, si el novio había llevado el azahar -las voces de la gente se van escuchando cada vez más cerca-, sale la novia y se le encara. La criada trata de terciar para que acaben los reproches que uno y otro se lanzan. Hubo una historia entre ellos y sigue viva. Leonardo sigue buscando la causa y la culpa de que lo suyo no tuviera buen fin. Cree que la novia se casa por orgullo. Y le advierte que él se equivocó al separarse de ella porque no logró más que echarse fuego encima. Sus palabras hacen temblar a la novia y la criada acaba cogiendo a Leonardo por las solapas para callarlo. Sin embargo, ambos insisten: ella en la debilidad que siente por él y él en la necesidad que tenía de confesárselo. Las voces, mientras, han seguido acercándose. La criada insta a Leonardo a que no vuelva a acercarse a la novia y, finalmente, sale por la izquierda mientras comienza ya a clarear...

...La novia está sombría.La madre interroga a la novia, cree que el motivo de su seriedad es el peso de la obligación. Comienza el baile. El novio se siente orgulloso del azahar de cera lucido por la novia, ella trata de desviar el tema.
Leonardo sale por la izquierda e inmediatamente la novia se excusa y se marcha también. La mujer de Leonardo habla con el novio, quisiera vivir así de lejos, pero no ve a Leonardo centrado. Echan en falta a Leonardo y la mujer va a buscarlo...

...La mujer de Leonardo entra gritando que han huido juntos. Pasan de la incredulidad a la rabia e inmediatamente organizan una partida que salga en persecución de los huidos. La madre pasa del miedo al odio y a reclamar sangre por el ultraje.

Leonardo no quiere que se separen y ella pretende regresar y que él huya. En su pasión, ella habla de suicidarse y él la manda callar. Fue ella quien ensilló el caballo y le calzó las espuelas. Ambos se declaran su pasión irrefrenable (“Que yo no tengo la culpa, que la culpa es de la tierra y de ese olor que te sale de los pechos y las trenzas”). 

El final acabó en una boda cubierta se sangre.



FEDERICO GARCIA LORCA



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