jueves, 28 de marzo de 2013

A ESTE "ANDAR" SE LE LLAMA TRIANEANDO... NO SE PUEDE TENER MAS ARTE Y DE ESO ENTENDEMOS BIEN LOS SEVILLANOS


LA ESTRELLA QUE A MI ME GUIA...MI ESPERANZA MACARENA







TE BAJARÓN LOS ANGELES PARA DEJARTE EN SEVILLA...TE HICIERON SOBERANA Y TE CORONARON DE ESTRELLAS LAS LEGIONES DIVINAS






MACARENA ‘VIRGEN Y REINA DE SEVILLA’


Pero como Tú, ninguna, 
Estrella de la Mañana 
De Morena de Juncal, 
Y de Gracia Sevillana.

Pero como Tú, ninguna, 
porque Tu eres la Giralda 
en repique de alegría 
por los caminos del alba 
y también Torre del Oro 
entre espumas recamada, 
y Guadalquivir de encajes 
con orilla de esmeraldas, 
porque en sus cauces navegue 
Tu Pena de Sal Amarga. 

Pero como Tú, ninguna, 
Porque Tu eres la Bandera 
Del Candor y la Ternura, 
Rincón de amor y ventura 
y eres su Calle de Cielo 
y eres su Plaza escondida, 
y eres Cristal de sus fuentes, 
y eres Luz de sus esquinas 
y eres Flor de sus jardines, 
y eres Venda de su herida 
y eres su Escudo de Gloria, 
y eres Sangre de su vida 
y eres Árbol de su sombra, 
y eres Rosa de su espina 
y eres Ala de su vuelo 
y eres Campana en su arista 
y eres Perfume en su ambiente, 
y eres Color de sus días, 
y eres Copla en sus sentires 
y eres Faro y su Guía.

Por eso a Ti, Macarena 
Talla en jardín de brisas 
Con las Gubias Celestiales 
Del Dolor y la Sonrisa, 
Te hicieron la Soberana, 
De las Legiones Divinas 
Te coronaron de estrellas 
Te proclamaron Bendita 
Y te bajaron los Ángeles 
Para dejarte en Sevilla 
Por eso Reinas habrá 
Pero como Tú, ninguna.





LA HUMANIDAD NO PUEDE LIBERARSE DE LA VIOLENCIA MÁS QUE POR MEDIO DE LA NO VIOLENCIA...LA VERDADERA EDUCACIÓN CONSISTE EN OBTENER LO MEJOR DE UNO MISMO ¿QUÉ OTRO LIBRO SE PUEDE ESTUDIAR MEJOR QUE EL DE LA HUMANIDAD? (Mahatma Gandhi)














lunes, 25 de marzo de 2013

CUANTAS COSAS NO PUEDEN SER ESCONDIDAS DURANTE LARGO TIEMPO...LA CIENCIA,LA ESTUPIDEZ,LA RIQUEZA Y LA POBREZA (Averroes)


EL NIÑO PERDIDO



Hubo hace muchísimos años un gran señor que poseía incalculables riquezas, pero no era feliz por carecer de heredero a quien legárselas a su fallecimiento.
Así llegó a la madurez, sintiéndose cada día más viejo y en este estado de ánimo acudía semanalmente a misa, acompañado de su esposa, para pedir a Dios que le concediera un hijo.
En esta triste situación permanecieron muchos años. Finalmente les nació un robusto niño, pero la noche anterior tuvo el padre un sueño extraño.
Parecióle ver un anciano que le predijo el nacimiento de un varón, anunciándole que debía procurar que no tocara el suelo con los pies antes de cumplir los doce años, si no quería que le sucedieran irreparables desgracias.
Innumerables nodrizas a quienes se le confió el cuidado del tierno infante, recibieron oportunas instrucciones para que no le permitieran tocar el suelo hasta llegar a la edad fijada. 
Ya habían transcurrido once años y once meses desde el día de su nacimiento; aproximábase la fecha en que el maleficio fatal dejaría de existir.
Los padres, contentos, se proponían dar una fiesta para conmemorar el fausto suceso.
De repente, una mañana antes del cumpleaños, hubo un temblor de tierra y la nodriza que tenía en sus brazos al niño, asustada, lo dejó caer. 
Cuando quiso recogerlo no lo encontró. Había desaparecido como si se lo hubiese tragado la tierra.
Atraídos por sus gritos y lamentaciones, acudieron los demás criados del castillo y poco después se presentó también el señor.
Muy alarmado, al observar la inquietud de los domésticos, preguntó dónde estaba su hijo, y la nodriza, temblando como las hojas del álamo y los ojos arrasados en lágrimas, le refirió lo sucedido.
Fácil es imaginarse la angustia del padre al ver desvanecerse en un instante sus más caras esperanzas. Inmediatamente despachó varios criados en todas direcciones, encargándoles que no volvieran sin su desaparecido hijo, rogó, suplicó, vertió el oro a manos llenas, prometió crecidas recompensas.
Pero todo fue inútil. La tierna criatura no pudo ser hallada. Había desaparecido, tal vez para siempre.
Pasó el tiempo. Un día el afligido padre se enteró de que en una de las más amplias salas del castillo percibíase al llegar la medianoche un rumor de pasos y el sonido inconfundible de quejas amargas exhaladas por una garganta humana.
Deseoso de averiguar la causa de aquella anomalía, con la intuición de que aquel descubrimiento podía llevarle tal vez al conocimiento de lo que tan ardientemente deseaba, hizo pregonar en todas las aldeas de sus dominios que entregaría trescientas coronas de oro a quien se atreviera a pasar una noche en el interior de la estancia de referencia.
No faltaron personas que se prestaron a hacer la prueba, pero ninguna llegó al fin. Cuando, a la medianoche, empezaban a percibirse los gemidos, todos salían disparados, prefiriendo conservar la vida pobres a arriesgarla por trescientas coronas.
De ese modo el noble castellano permanecía todavía en la duda de que el autor de aquellos gemidos fuese su hijo o alguna ánima en pena. 
Sucedió, empero, que en las inmediaciones del castillo habitaba una pobre viuda, molinera de profesión y madre de tres hijas de notable hermosura.
Cuando a la humilde cabaña llegó la noticia de que el señor del castillo ofrecía trescientas monedas de oro a quien osara dormir una noche en la cámara donde se percibían los extraños ruidos, la hija mayor dijo a su madre: 
- Creo, madre mía, que no tenemos nada que perder. Esas trescientas coronas aliviarían bastante nuestra miseria. ¿Por qué no me permites que pruebe?
La pobre madre vaciló, pero ante la insistencia de la hija, y sobre todo, atemorizada por los días de hambre que se le avecinaban, consintió al fin.
Al día siguiente, la mayor de las hijas de la molinera se encaminó resueltamente al castillo.
- Vengo a dormir esta noche en la cámara de los duendes - dijo al criado que salió a abrirle la puerta.
El mismo señor salió entonces a recibirla y le preguntó:
- ¿No te dará miedo, muchacha?
- ¡Bah! Más miedo me da el hambre. Lo único que os ruego es que me proporcionéis provisiones suficientes para hacerme una buena cena, pues tengo un apetito de avestruz.
El castellano ordenó que se le facilitara todo cuanto pidiera y la muchacha no se quedó corta, pues con los víveres que exigió se habrían podido confeccionar más de doce platos distintos.
Tan pronto como los tuvo en su poder, la garrida moza se encerró en la habitación, encendió una bueno hoguera, puso en ella agua a calentar y luego puso la mesa y se preparó la cama.
Lentamente fueron pasando las primeras horas de la velada. Finalmente dieron las doce, y, apenas hubo el reloj desgranado la última campanada de la medianoche, cuando la molinera percibió los pasos de alguien que se aproximaba.
Llena de temor, levantó la cabeza y se encontró con un adolescente que la miraba con fijeza y que le preguntó:
- ¿Para quién es esa cena!
Ella repuso secamente: 
- Para mí sola.
Nublóse de tristeza el pálido semblante del desconocido. Dirigió una nueva mirada pesarosa a la muchacha y, tras algunos instantes de mutismo, tornó a preguntar:
- ¿Para quién has servido la mesa?
- Para mí sola - contestó ella con la misma acritud que antes.
La frente del mancebo sé arrugó. Sus hermosos ojos azules se humedecieron. Con voz trémula, dijo interrogativamente:
- ¿Para quién has mullido esa cama?
A lo que ella respondió con la misma indiferencia egoísta:
- Para mí sola.
El desconocido se echó a llorar como una Magdalena, se retorció desesperadamente las manos y desapareció. 
A la siguiente mañana, la mayor de las hijas de la molinera relató al noble castellano todo cuanto había sucedido durante la noche, sin hacer referencia a la penosa impresión que la sequedad de sus respuestas había producido al fantasma.
El desdichado padre pagó religiosamente las trescientas coronas y se regocijó en medio de su pesar por haber logrado descorrer un tanto el velo del impenetrable misterio.
Presentóse aquel atardecer la segunda de las hijas de la molinera que había recibido instrucciones de su hermana sobre lo ocurrido y conocía las preguntas que el aparecido había de hacerle.
El señor del castillo la acogió con grandes muestras de alegría y ordenó a sus criados que le facilitasen todo cuanto apeteciera. Inmediatamente se trasladó ella a la sala, encendió una buena fogata, puso a hervir sus pucheros, cubrió la mesa con albo mantel y, mientras se hacía la cena, mullió cuidadosamente el colchón de la cama.
Al dar la medianoche notó los pasos del desconocido, que se aproximó a ella, sin que la hija de la molinera experimentara el menor temor, y le preguntó:
- ¿Para quién has hecho esa cena?
- Para mí sola - respondió ella con la misma sequedad que su hermana.
Con profunda tristeza retratada en su hermoso semblante continuó preguntando el doncel:
- ¿Para quién has servido era mesa? 
- Para mí sola - contestó la muchacha sin volver la cabeza.
El mancebo lanzó un suspiro melancólico. 
- ¿Para quién has mullido esa cama? 
- Para mí sola.
Retorcióse desesperado las manos el desconocido y desapareció.
Cuando la segunda de las hijas de la molinera refirió al noble castellano cuanto había visto y oído, éste le entregó las trescientas coronas estipuladas y quedó ensimismado en profundos reflexiones.
Pero aquella misma tarde se presentó en el castillo la tercera y más joven de las hijas de la molinera, que se ofreció a pasar la noche en la cámara de los misterios, después de haber obtenido la aprobación de su madre, no sin gran trabajo, pues aquélla amaba a su hija menor mucho más que a sus hermanas.
El señor del castillo la recibió con tanta deferencia como a las mayores y dispuso que se le diese lo suficiente para dar de comer a seis personas, eligiendo él mismo los manjares, y entregándole un servicio completo de platos y cubiertos para dos personas.
La muchacha penetró en la estancia encendió el fuego y puso las vituallas a calentar, haciendo entretanto la cama. 
Mientras terminaba de hacerse la cena, la muchacha puso sobre la mesa un rico mantel, y encima de éste los platos, los cubiertos y las servilletas, así como los vasos.
Lenta, muy lentamente, sonaron las doce campanadas de la medianoche. Inmediatamente se percibió un ruido extraño, rumores de pasos, suspiros entrecortados, quejas, llantos...
Asustada, la molinerita miró en torno suyo, pero no vio a nadie. Ya iba a lanzar un grito de espanto, por miedo a lo sobrenatural, cuando distinguió de repente a un pálido mancebo que la miraba con tristes ojos.
Ella le sonrió entonces y lo invitó a sentarse un gesto, pero él, antes de aceptar, le preguntó:
- ¿Para quién es esa cena que preparas? 
- Para nosotros dos - respondió la muchacha sin vacilar.
- ¿Para quién has puesto esa mesa?
- Para nosotros dos. ¿No ves acaso los dos cubiertos?
El mancebo, con los ojos brillantes de alegría continuó preguntando:
- ¿Para quién es esa cama?
- Para ti solo. Yo dormiré en una silla.
Trémulo de júbilo, el joven se arrodilló a los pies de la molinerita y cubrió de besos sus manos.
- ¡Gracias, muchas gracias! - exclamó.
Luego se levantó y añadió:
- Pero antes de cenar tengo que transmitir mi reconocimiento a mis bienhechores.
Un soplo de aire fresco inundó de repente la habitación. En el centro de ésta se había abierto una trampilla por la cual se apresuró a descender el desconocido, pero la joven molinera, que se sentía invadida por la curiosidad, se agarró al extremo de su capa y bajó detrás de él.
Llegaron al fondo y allí se desplegó ante los ojos de la muchacha un mundo extraño.
Corría a su diestra un río de oro líquido, mientras que a su siniestra se alzaban colinas del mismo resplandeciente metal. Frente a ella se extendía una pradera vastísima, esmaltada con césped de un verdor deslumbrante y flores policromas.
A medida que avanzaba el desconocido seguíalo la joven a muy poca distancia, procurando que él no la descubriese.
Vióle ella saludar a las flores del prado, con tanta deferencia y cariño como si fuesen antiguas conocidas, besando a algunas, acariciando a otras, despidiéndose de ellas con frases amorosas y lisonjeras.
Finalmente penetraron en una selva cuyos árboles eran de oro macizo. Multitud de pájaros de todas clases y colores empezaron a lanzar armoniosos trinos cuando distinguieron al pálido mancebo, revoloteando alrededor de él y posándose familiarmente en su cabeza y hombros, mientras él acariciaba a las lindas avecinas.
La molinerita quebró una de las ramas de un árbol y se la guardó en el pecho para tener un recuerdo de aquel reino de maravilla.
Pasaron de la selva de oro a otra cuyos árboles eran todos de plata. Infinidad de animales de todas especies saludaron con grandes muestras de alegría la llegada del mancebo, acercándose a recibir sus caricias.
Él les dirigió la palabra a cada uno de ellos, pasándoles las manos por sus lustrosos lomos, mientras que la molinera, aprovechando el ruido que formaban con sus voces, quebró una de las argentados ramas y se la guardó junto con la otra.
- Así me creerán mis hermanas cuando les cuente todas las preciosidades que he visto esta noche - se dijo.
Cuando el doncel se hubo despedido de todos sus amigos, volvió sobre sus pasos por el mismo sendero que tomara a la ida.
La doncella regresó detrás de él, sin que el muchacho se diese cuenta de su presencia.
Cuando el joven se volvió hacia la chimenea, la doncella estaba sentada ya a la mesa y le hacía señas de que se acercara. 
- Ya me he despedido de todos mis amigos - dijo él con voz alegre.- Ahora vamos a cenar. 
Cuando hubieron aplacado su apetito, propuso el muchacho:
- ¿No crees que es hora de descansará?
Ella sonrió y repuso:
- Descansa tú. Yo me acomodaré en una silla junto a la chimenea y dormitaré un poco. Ya no tardará mucho en amanecer.
- Nada de eso - contestó él, alegremente. - Seré yo quien se coloque junto al fuego. Tú dormirás en la cama. Si te hice la pregunta fue para probar tus sentimientos.
La molinerita se dejó caer, vestida, en el blando lecho, mientras que el desconocido, tomando una silla, se sentó junto a la chimenea, lanzando de vez en cuando miradas amorosas a la muchacha, que no tardó en dormirse apaciblemente.
Ya había avanzado mucho la mañana y el noble castellano no podía contener su impaciencia, pues la hija de la molinera no se había presentado todavía a cobrar su pago.
Inquieto, se dirigió a la sala y abrió la puerta.
Dos exclamaciones de alegría sonaron al unísono.
- ¡Hijo mío!
- ¡Padre!
Emocionados, se abrazaron llorando.
La molinera se despertó, levantóse apresuradamente y las dos ramas que cortara durante su visita al país maravilloso cayeron al suelo con metálico ruido,
El joven se volvió hacia ella, y, al ver las dos ramas, le dijo asombrado:
- ¿Me seguiste hasta allá, pícara?
Ruborizada, ella no respondió.
- Pues bien - añadió él, - esas dos ramas se convertirán en dos palacios, uno de los cuales habitaremos nosotros cuando nos casemos y en el otro vivirá tu familia.
Y así sucedió.
Los dos jóvenes contrajeron matrimonio dos días después, siendo invitados a la boda todos los habitantes del lugar, que todavía recuerdan alborozados el pantagruélico banquete que se sirvió.
Yo, como era pequeñito, me quedé aquella noche solo en la cama, por lo que pasé un miedo terrible.






EL AMOR AHUYENTA EL MIEDO Y RECÍPROCAMENTE EL MIEDO AHUYENTA AL AMOR...Y NO SÓLO AL AMOR EL MIEDO EXPULSA;TAMBIÉN A LA INTELIGENCIA,LA BONDAD,TODO PENSAMIENTO DE BELLEZA Y VERDAD, Y SÓLO QUEDA LA DESESPERACIÓN MUDA.



     






sábado, 23 de marzo de 2013

¡ARRIBA,HARAGÁN! ¡NO DESPERDICIES LA VIDA!...YA DORMIRÁS BASTANTE EN LA SEPULTURA (Benjamin Franklin)



LA PEREZA Y LA TESTARUDEZ




Había una vez un marido y una mujer, ambos campesinos, que habrían vivido pacíficamente y hasta con alegría, de no haber sido por la pereza, feísimo vicio que atacaba con intermitencias a uno y otro cónyuge y al que se unía, para colmo, una testarudez de aragoneses.
Cuando cualquiera de los dos esposos se sentía con pocas o ningunas ganas de trabajar, empeñábase el otro en hacer lo mismo que su compañero, o menos.
Cierto día levantóse la esposa con unos deseos atroces de no hacer nada.
Apenas si quedaba en la casa pan para desayunar.
El marido, al darse cuenta de la escasez, dijo a su mujer:
- María, tienes que amasar esta misma tarde.
- No serán estas manos las que se metan en harina - respondió ella. - Amasa tú, si ese es tu gusto.
- ¿Acaso piensas que cenemos sin pan? 
- Tienes un par de brazos hermosísimos; mucho más fuertes que los míos. Amasa tú.
- ¡María, no me hagas enfadar! 
- ¡Quico, no me pongas nerviosa!
- ¡Yo no amaso!
- ¡Yo tampoco!
- No riñamos.
- Eso, de ti depende.
- Voy a decirte lo que se me ha ocurrido.
- Adivino que es algo para no trabajar. 
- Y para no discutir.
- Eso está mejor... ¿Qué es? 
- Puesto que tú no tienes ganas de amasar...
- Ni tú tampoco...
- De acuerdo... Puesto que no tenemos ganas de amasar...
- Así.
- Para no enzarzarnos en discusiones, vamos a acordar que el primero que hable sea el que amase el pan... ¿Conforme?
En vano esperó el marido respuesta de su esposa, que, aunque perezosa, no era tonta, y comprendió que, si contestaba, tendría que amasar.
Pasaron horas y horas y ninguno se decidía a hablar.
Sin probar bocado, tal vez por miedo a que, al despegar los labios, pudiera escapárseles alguna palabra, se acostaron poco después de anochecer.
Tendiéronse en la cama, uno de cara a la pared y el otro dándole la espalda y se durmieron sin haber abierto la boca.
A la mañana siguiente, cuando se despertaron, miráronse disimuladamente de reojo. El marido tenía la cara seria. A la mujer le faltaba poco para romper a reír; pero ninguno se dio por enterado.
Sonaron en la iglesia del pueblo las campanas de las doce y el matrimonio seguía en la cama, sin haber abierto la boca, como no fuese para bostezar, pues tenían un hambre espantosa.
Púsose el sol y seguían del mismo modo y llegó la noche y no hubo modificación alguna en su actitud, exceptuando una mayor frecuencia en los bostezos.
Los vecinos, asombrados de no haber visto en todo el día a ninguno de los dos, ni haberse abierto en la casa puerta ni ventana alguna, temieron que una desgracia irreparable fuera la causa de aquel silencio incomprensible.
No tardaron en congregarse los vecinos, que, algo medrosos para obrar por su cuenta, fuéronse a casa del alcalde para comunicarle lo que sospechaban.
Tomóse el acuerdo de acudir, sin pérdida de tiempo, al domicilio de Quico y María, marchando el propio alcalde a la cabeza de la asamblea.
Cuando llegaron a la casa, llamaron a la puerta con gran fuerza, pero nadie contestó a las llamadas, ni se percibió el menor sonido en el interior.
Los rostros de los vecinos allí congregados empezaron a mostrar temor e inquietud. Insistieron en las llamadas con el mismo resultado y ante lo grave de la situación, el alcalde propuso que se derribara la puerta.
La cosa se hizo con rapidez. Entraron en la casa con extremadas precauciones, temblándoles exageradamente las piernas a muchos de los reunidos. Temblaba hasta la vara del alcalde; parecía la batuta de un director de orquesta, de tanto como oscilaba a uno y otro lado.
Por fin llegaron al dormitorio de Quico y María.
Ninguno de ellos se movía ni daba la menor señal de vida. Tenían los ojos cerrados y las caras pálidas y desencajadas; nada extraño si se piensa que llevaban ya todo un día y una noche sin probar bocado.
Apoderóse de los allí reunidos un horror general. El alcalde, alzando la vara, que le temblaba más que antes, tartamudeó emocionado:
- ¡Quico! ¡María! ¡Responded al alcalde!
Pero los perezosos testarudos no pronunciaron palabra alguna ni hicieron el menor movimiento.
Entonces, la primera autoridad del pueblo se quitó respetuosamente el sombrero, que hasta entonces había conservado puesto, adoptó un aire compungido y dijo a los vecinos presentes:
- ¡Rogad a Dios por el alma de estos desgraciados! En cuanto a los cuerpos, voy a ordenar, ahora mismo, que les den cristiana sepultura.
A una de las vecinas le pareció, que, en el momento en que el alcalde pronunciaba estas palabras, los cadáveres de Quico y María se estremecieron o temblaron ligeramente.
Pero como, en buena lógica, esto era imposible, no quiso la vecina hablar del caso, ni considerarlo más que como una ilusión de sus sentidos.
Poco tardaron en llegar seis fornidos lugareños que cargaron con los cuerpos inertes, de la infeliz pareja, conduciéndolos camino del cementerio.
Llegados al lugar de reposo eterno, iluminado por la luz de la luna, dejaron sobre el suelo los que todos creían despojos mortales de Quico y María.
Y quiso la casualidad que sus cuerpos quedaran de costado y frente a frente.
Nadie de los presentes y con toda probabilidad ni siquiera la misma luna, advirtió que el marido y la mujer entreabrieron los ojos y se miraron como basiliscos. Hubo un instante en que pareció que Quico, desfallecido, iba a decir una palabra; pero no quiso darse por vencido, y cerrando los ojos, se apretó la lengua entre los dientes.
María bostezó una vez más, con riesgo de ser vista por los improvisados sepultureros, que, abierta ya la fosa, aproximáronse a recogerla para echarla dentro.
Estaba ya en la fosa la mujer, cuando fueron en busca del cuerpo del marido. De pronto se escapó un chillido de horror de todos los labios y hombres y mujeres, con el alcalde a la cabeza, echaron a correr como alma que lleva el diablo.
Y es que el pobre Quico, comprendiendo que estaba a punto de no volver a contemplar la luz del sol, dióse por vencido ante la horrorosa perspectiva de ser enterrado vivo, y, abriendo los ojos desmesuradamente, para demostrar que no estaba muerto, gritó con voz sepulcral, como la de un fantasma:
- ¡Socorro! ¡Socorro! ¡No estoy muerto!
No costó poco trabajo convencer a los vecinos y vecinas, con el alcalde a la cabeza, de que no había expirado el perezoso y testarudo Quico y que, por consiguiente, no había motivo para asustarse.
Pero el colmo de la sorpresa fue el ver que María, asomando la cabeza y los brazos por la abertura de la fosa, exclamaba con faz sonriente:
- ¡Ahora amasarás tú!







ASI ES Y SERÁ SIEMPRE LA BELLEZA...NI AQUÍ NI ALLÍ, NI AHORA NI ENTONCES,NI EN ROMA NI EN ATENAS,SINO DONDE QUIERA QUE EXISTA UN ALMA QUE LA ADMIRE...(Del Diario de Henry David Thoreau)


EL DISCÌPULO


Cuando Narciso murió, la laguna de su placer se transformó de una copa de agua pura en una copa de lágrimas saladas, y las Oréades llegaron, llorando, a través de los bosques para cantarle a la laguna y consolarla.
Y cuando vieron que la laguna se había transformado de copa de agua fresca en copa de lágrimas saladas, deshicieron las verdes trenzas de su cabellera y, llorando, dijeron a la laguna:
- No nos sorprende que lloren así la muerte de Narciso. ¡Qué bello era!
- Pero ¿era bello Narciso? - preguntó la laguna.
- ¿Quién puede saberlo mejor que tú? - contestaron las Oréades -. Pasaba sin vernos por nuestro lado, pero iba en tu busca, y se echaba en tus orillas para mirarte, y en el espejo de tus aguas buscaba el reflejo de su propia belleza.
Y la laguna contestó:
- Si yo amaba a Narciso era porque cuando, reclinado en mis orillas, se miraba en mis aguas, veía siempre mi propia belleza reflejada en sus ojos.






viernes, 22 de marzo de 2013

GRANADA ES... ULTIMO BALUARTE DEL ISLAM EN ESPAÑA








LA CIUDAD DE UN CUENTO DE HADAS...GRANADA


  






SIENTE EL PENSAMIENTO... PIENSA EL SENTIMIENTO (Miguel de Unamuno)




LETRA DE CANCION  "GRANADA"




Granada, tierra soñada por mí
mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti
mi cantar hecho de fantasía
mi cantar flor de melancolía
que yo te vengo a dar.

Granada,
tierra ensangrentada
en tardes de toros.

Mujer que conserva el embrujo
de los ojos moros;
te sueño rebelde y gitana
cubierta de flores
y beso tu boca de grana
jugosa manzana
que me habla de amores.

Granada manola,
cantada en coplas preciosas
no tengo otra cosa que darte
que un ramo de rosas,
de rosas de suave fragancia
que le dieran marco a la virgen morena.

Granada,
tu tierra está llena
de lindas mujeres
de sangre y de sol.







jueves, 21 de marzo de 2013

LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO...(Gabriel Celaya)




DÍA INTERNACIONAL DE LA POESÍA 



Nosotros

los poetas


caminantes


exploramos


el mundo,


participamos

en la lucha terrestre
.
¿Cuál fue nuestra victoria?

Un libro,

sin soledad,

con hombres y herramientas,

es la victoria.



Pablo Neruda





ANDALUCIA Y SU GASTRONOMIA TIPICA EN SEMANA SANTA


TORRIJAS

Llegando la Semana Santa las torrijas toman protagonismo como dulce típico de estas fiestas.

Puedes encontrar montones de recetas de torrijas distintas ya que aun siendo una receta muy sencilla permite infinidad de posibilidades. Esto se debe a tres factores fundamentales: por un lado está el pan que empleemos en la torrija que puede ser de barra, de molde, especial para torrijas, etc. Después el líquido donde bañemos este pan puede ser leche, vino, una combinación de ambos o lo que más te guste. Y por último el acabado final de la torrija con un baño de almíbar ligero o miel rebajada con agua y la posibilidad de añadir canela, azúcar en polvo, etc.


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Ingredientes para hacer Torrijas de Pan (para 10/12 Torrijas):
  • 1 barra de pan del día anterior
  • 400 ml de leche
  • 125 ml de vino dulce tipo moscatel  
  • 3 cucharadas de azúcar
  • 2 huevos enteros
  • 125 ml de miel (aproximadamente medio vaso de tubo)
  • 125 ml de agua (aproximadamente medio vaso de tubo)
  • Aceite de girasol para freír
  • Azúcar glas y canela en polvo

Receta para hacer Torrijas de Pan (para 10/12 Torrijas):
1º) Corta la barra de pan en rebanadas de más o menos un dedo de grosor. El pan para torrijas debe ser del día antes o estará demasiado blando y se deshará en los baños de leche o huevos. Si usas pan especial para torrijas no es necesario que esté duro pues su grosor especial ayuda a que no se desborone la torrija. Si solo tienes una barra de pan fresco corta las rodajas un poco más gruesas para que no se deshagan.


2º) Coge el vino y caliéntalo un poco en un cazo (no uses el microondas). Hacemos esto para poder disolver las tres cucharadas de azúcar pues en frío no se disuelven bien. Así que una vez caliente añade el azúcar y mezcla hasta que esté bien disuelto. Después mezcla con la leche(que puede estar fría o tibia) en una fuente y ve bañando las rebanadas de pan por ambas caras. Después de pasarlas por la leche déjalas sobre otra fuente para que suelten el exceso de líquido.

3º) Pon en una sartén a calentar aceite de girasol suficiente para que puedas meter las torrijas. Coge los huevos y bátelos bien. Pasa cada torrijas por ambas caras por el huevo batido.

4º) Cuando el aceite esté caliente añade las torrijas. Deja que se doren por un lado antes de darles la vuelta. Puedes ayudarte de una pinza si te resulta más cómodo y cuando las torrijas tengan buen color por ambas caras sácalas y déjalas escurrir sobre papel absorbente en una bandeja.

5º) Cuando estén todas las torrijas preparadas espolvorea canela molida y azúcar glas a tu gusto.

    6º) Solo queda darle el baño dulce a las torrijas.  Pon la miel con el agua a calentar en un cazo y cuando la miel esté bien fluida y mezclada con el agua baña las torrijas por ambos lados...y a comer!!!





¿DÓNDE ESTARA MI PRIMAVERA?... ¿DÓNDE SE ME HA ESCONDIDO EL SOL, QUE MI JARDIN OLVIDO, Y EL ALMA ME MARCHITÓ?










PRIMAVERA VEN...Y CURAME EL INVIERNO


PRIMAVERA



Lluvia de sol
como una bendición
la vida renace con su luz
la primavera ya llegó.

Todo es así
regreso a la raíz
tiempo de inquieta juventud
en primavera ya.

La tierra negra se vuelve verde
y las montañas y el desierto
un bello jardín.

Como la semilla
lleva nueva vida
hay en esta primavera una nueva era.

En el aire de este nuevo universo
hoy se respira libertad
en primavera ya.

La tierra negra se vuelve verde
y las montañas y el desierto
un bello jardín.

Como la semilla
lleva nueva vida
hay en esta primavera una nueva era. 



Poema a la Primavera

Es una época muy hermosa
con una magia verdadera,
es del año una temporada
que es llamada primavera.

Se visten de muchos colores
huertas, jardines y campos, 
se alegran los corazones
se olvidan las penas y llantos.

Árboles, follajes y flores
de gala se visten toditas,
con trajes multicolores
todas muy bien derechitas.

Hermoso aroma del campo
que alegra a cualquier olfato,
las aves desde lo alto
nos deleitan con su canto.

Es toda una sinfonía
un verdadero concierto
escuchar durante el día
de pajaritos su aliento.

Las mariposas nos ofrendan 
sus más variados colores,
cuando sus alitas agitan
adornando más las flores.

También el agua que viaja
en ríos, cascadas y manantiales, 
se escucha su voz callada
en alegres notas musicales.

Se anuncian hermosas flores
huele a fresca hierba del campo,
son motivos especiales
por los que amo a la primavera tanto.





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