Medianoche
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Medianoche.
Se desliza bajo la puerta de luna el sueño que te viste con deslumbrante traje.
Sonríes.
Estremecimiento infinito.
Dicta mi corazón un texto escrito en el último árbol del último bosque cuya espesura lanza en un último intento un mensaje de esperanza a una estrella que se apaga.
Mirada que recorre el suelo antes de volver con la fuerza insólita de una vida que arremete.
¿Cómo evitar avanzar en tu luz y cruzar ese umbral? Como tú no hay nada.
Pasos que buscan mis pasos, manos que buscan mis manos, y unos labios…ah unos labios que buscan mi alma.
Frentes telepáticas, cabellos eléctricos, pálpitos a compás.
Medianoche.
La noche nos convence de que no habrá mañana amamantándonos con esta negrura que nos envuelve; y calla con el semblante altivo como una reina que sabe del futuro prometedor de sus hijos.
Medianoche.
¿Fuiste capaz de distinguirme cuando era para ti un desconocido?
Aquel día, en el que rasgué cada uno de tus sentidos y liberé la esencia caliente de tus sentimientos en un indefectible sacrificio, te arrojaste a mí sin saberlo, me conocías, fui durante mucho tiempo tu anhelo, fui la risa espontánea que brotaba en medio del sufrimiento, la lágrima arrepentida, el firme deseo de mirar al cielo, la intuición indestructible que exigió a tu propio destino un regalo.
Aquí estoy, he llegado.
Es medianoche y te puedo jurar por Dios que tu mirada es el más sincero y definitivo de los halagos; tus pensamientos están aquí conmigo bajo la palma de mi mano, mano que guardo en el pecho mientras con la otra te invito a que pasees a mi lado.
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