LA ABUNDANCIA
Algunos la asemejan a la abundancia, a la suma o amontonamiento de cosas materiales. Son aquellos que buscan llenar los espacios en blanco de su paupérrima vida reemplazando experiencias por tenencias; aquellos que camuflan sus almas mezquinas luciendo costosos “harapos” y se vanaglorian coleccionando frivolidades.
Algunos la miden en horas de trabajo, sin permitirse tomar pausas, convirtiéndose en engranajes del sistema; enajenando sus utopías; vendiendo sus ganas a precio irrisorio; permitiendo que aquel los someta y les arrebate, uno a unos, sus sueños e ideas.
Algunos la asemejan a invertir dinero en ellos mismos, sometiéndose a costosas cirugías, creyendo que al cambiar su apariencia lograran ser aceptados por un “otro” que ni siquiera los percibe y olvidando que aquella emana, antes que nada, de ellos mismos.
Algunos también creen que podrán mantenerla perpetuando relaciones ilusorias; amores vencidos que ni acompañan, ni cuidan, ni quieren, ni esperan. Perpetuando farsas y chantajeando al corazón, queriendo convencerlo de que amar se parece bastante a eso, negándose a ser amados en serio, conformándose con los restos frisados de un querer que ya no los quiere; con las astillas de un amor que ya no aman.
Otros, en cambio, la cuentan en momentos; en experiencias; en sensaciones; en recuerdos; en miradas; en besos; en caricias; en abrazos. La encuentran en las personas que aman; en los sueños que sueñan despiertos mientras deambulan en su desdibujada realidad; la encuentran en sus ilusiones temblorosas, en sus esperanzas taciturnas, en sus mares mediterráneos de dudas, apostando y jurando tenerla de nuevo entre las manos, apretarla fuerte y esta vez no volver a dejarla ir.
Una femina.
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