EN LA VEREDA DE ENFRENTE
Hubo un tiempo en el que caminábamos en la misma vereda.
Es más, íbamos de la mano.
Nos interesaban las mismas vidrieras y era evidente que
íbamos en la misma dirección.
El sol nos iluminaba el rostro de igual modo y el viento nos
despeinaba de la misma forma.
Eso fue hace tiempo.
Hoy camino sola y cuando miro a mí alrededor, veo que estás
en la vereda de enfrente.
Me pregunto por qué ya no vamos de la mano.
¿Será que uno de los dos apuró su paso?
¿Será que cambiaron nuestros gustos y nos empezaron a
interesar diferentes vidrieras?
No sé bien en qué momento cruzaste, ni si quiera sé si quién
cruzó fui yo.
Lo cierto es que estamos en veredas diferentes y que ya no
caminamos de la mano.
El sol nos sigue iluminando a ambos, pero el viento nos
despeina de distinta forma.
Ambos seguimos caminando, no es algo menor.
Simplemente o, mejor dicho, tristemente, no vamos hacia el
mismo lugar.
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