miércoles, 24 de julio de 2013

NUNCA FUE BUENO FIJAR LA MIRADA AL FRENTE ... SIN OBSERVAR LO QUE HAY A NUESTRO ALREDEDOR


MUROS



Es esta una historia de alguien sin historia, de una de esas gentes cuya vida pasa sin que pase apenas nada en su vida.

Errante, busca sendas por las que llegar a algún lugar. De oficio, caminante.
Y andando, sigue adelante. Pues caminos son todos los que se recorren, y logros todos los que se consiguen.
De fracasos prefiere no hablar.

Muchos son los muros y obstáculos con los que se topa. Algunos, al parecer, puestos a propósito a su paso, como si colocar trabas en su avance fuese labor de alguien. No se siente tan importante. Ni lo es. Son, simplemente, consecuencia de la mala suerte, o de su incapacidad de saber elegir el buen camino, más que tarea de otros, o del propio destino.

Pero lo cierto es que están ahí. Y cada vez más a menudo.
Altos y sólidos, como si de murallas de un inexpugnable castillo se tratasen, algunos muros son imposibles de derribar, por muchos golpes o maldiciones que reciban.
Con el tiempo se aprende que si se deja a un lado el camino y se sigue el perfil de su robusta planta, siempre tienen un final, y es posible sortearlos rodeándolos.
Nunca fue bueno fijar la mirada al frente, sin observar alrededor.

Otros, en apariencia más débiles, como esos formados por maderas, zarzas o espinos, permiten a cualquiera que se aproxime albergar aunque sea un resquicio de esperanza para, en su intención de atravesarlos, toparse con su cruel realidad, y quedar atrapado, sin fuerzas para escapar, desesperado, como preso en una maraña de punzantes y dolorosos sentimientos.
Tras un cúmulo de experiencias de ese tipo, y habiendo salido vivo de ellas, cada cual sabe que si se encuentra con alguno de estos muros, lo mejor es buscar otro camino, evitar seguir cayendo en la misma trampa, una y otra vez.

Los hay que, viejos y quebrados por el paso del tiempo, apenas ofrecen una irrisoria resistencia y suponen un mínimo esfuerzo para superarlos. Una leve embestida, o un pequeño salto, e hito conseguido. Aparentemente. Pues son muchos los que, tras su decrépito aspecto, esconden peligros: fosos y pozas en las que caer significa no regresar.
Es crucial aprender a avanzar a paso firme, pero con cautela.

Y cautela es lo que él casi siempre ha tenido, algo así como pasar desapercibido, inadvertido. Escuchar, ver y aprender.


Algo le paró en seco esa tarde gris. Ante sí, apenas una leve brisa, creciente por momentos.
No era la primera vez que se topaba con ese tipo de muros. Tiempo atrás los atravesaba sin vacilar, pero eran, para aquellos que los conocían, muros de advertencia. Intangibles, pero no por ello su significado menos importante.

Ahora, vivencias después, se han convertido en muros de miedo, cargados de temor, y angustia, transportando un dolor invisible, pero sentido.
Son ahora barreras, para él prácticamente infranqueables.
Apenas, una leve brisa trayendo recuerdos.
Y al otro lado, quizá también sintiéndola, ella.
Cercana. Distante.
Soñada. Inalcanzable.






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